Desde que el mundo es redondo y el dinero tiene forma de papel verdoso, el ser humano ha hecho hasta lo imposible por vender. Ha vendido su talento, ha puesto a la venta sus servicios, ha buscado y encontrado cosas, y siempre escudado por un trozo de papel. Hasta hoy, que la era digital le quitó poder. 

¿Pero cómo inició todo esto de la publicidad y qué tiene que ver un esclavo?

Pues, según cuentan algunos y corroborado por un par de hallazgos, se dice que existió una vez un comerciante de telas llamado Hapu. Este era egipcio, y en un día laboral (para su mala suerte), su esclavo Shem se había dado a la fuga. Cualquiera con poco ingenio se hubiera quedado de brazos cruzados, y ni modo a comprar otro ‘esclavito’ por ahí, pero no Hapu. Se dio a la tarea de escribir sobre un papiro (material utilizado habitualmente por los egipcios para realizar la escritura contable) y colocó esto: 

«Habiendo huido el esclavo Shem de su patrón Hapu, el tejedor, éste invita a todos los buenos ciudadanos de Tebas a encontrarle. Es un hitita, de cinco pies de alto, de robusta complexión y ojos castaños. Se ofrece media pieza de oro a quien dé información acerca de su paradero. A quien lo devuelva a la tienda de Hapu, el tejedor, donde se tejen las más hermosas telas al gusto de cada uno, se le entregará una pieza de oro». 

¡Nada bobo el Hapu! De su tragedia sacó la oportunidad perfecta para contarle a todos que en su negocio vendía telas, y no solo cualquier tipo de telas, eran telas al gusto del cliente. Casi podría jurar que al tal Shem nunca lo encontraron, pero de que incrementó sus ventas, las incrementó. Y así funciona la publicidad: causa – producto; producto – causa. Va ligado para todo, pero no funciona para todos. Porque no significaría lo mismo, si otro tipo de comerciante con un esclavo perdido, hubiera hecho el Papiro. Imagínate si en vez de Hapu, el comerciante de telas hubiera sido Abú, el mercader de «servicio de letrinas»: 

…«A quien lo devuelva a la tienda de Abú, el limpiador de letrinas, donde se limpian las letrinas más sucias del Antiguo Egipto, al gusto del cliente…». ¿Te imaginas la cara de quienes lo hubieran leído? Algo muy gracioso, definitivamente.

El punto de este ejemplo es que, si el papiro de Hapu sentó un precedente que le funcionó a él, a otros probablemente no les hubiera servido. Es por eso que nosotros les decimos de entrada a nuestros clientes, que lo que funciona para una marca, no debería funcionar para ninguna otra. Es la individualidad, lo que perseguimos con cada proyecto.

El impacto comunicacional que buscamos generar con cada una de las marcas con las que trabajamos, no es solamente comunicar de manera relevante, sino generar un impacto real y positivo que conecte con su público meta. Justo así como lo hizo Hapu al aprovechar una oportunidad. En #Plump no queremos (ni podemos) cambiar la industria a la que pertenecemos, pero si podemos enseñarle a nuestros clientes cómo mejorar su comunicación, generar lealtades y mejorar la realidad de sus propios usuarios. Queremos tomar la situación en la que se encuentra nuestro cliente y convertirla en una oportunidad comunicacional infalible.